Durante el mes de febrero y con motivo de la entrega de los Premios Goya, el Instituto Cervantes ha programado la proyección de varias películas españolas ganadoras de dicho galardón en ediciones anteriores.
La cartelera era bastante variada, entre las películas que habían seleccionado: "Los otros", "Las 13 Rosas", "La soledad", "El bola", y alguna más.

El jueves ponían "El otro lado de la cama" y pensamos que pasaríamos un rato divertido viéndola. Yo la había visto hace años en el cine y recordaba haberme reído mucho.
La única sesión del día empezaba a las 19h, llegamos justo cuando estaba empezando, así que nos colamos en la sala intentando no molestar a las 4 personas que estaban ya sentadas allí.
La sala de proyecciones de la Biblioteca Miguel de Cervantes es un salón acondicionado con tres filas de unas diez sillas cada una y una gran pantalla. Las "butacas" me recordaron a las que había en el cine de verano de mi pueblo, sobretodo por la "comodidad" de las mismas.
No nos molestamos en quitarnos el abrigo, había una brisilla de esas que te hace tener el estómago encogido todo el tiempo, es más, una mantita nos habría venido fenomenal.
Pero mira, lo importante era la película, los cuatro habíamos ido a pasar un buen rato viendo una película en español y el frío y el dolor de culete no nos lo iban a impedir.
Efectivamente no fue ni el el frío ni la butaca, fueron las tres personas que había sentadas en la tercera fila las que consiguieron ponernos de los nervios.
Eran dos chicos y una chica, todos chinos, no dejaron de hablar en toda la película, pero no es que estuviesen susurrando o comentando algo concreto en un momento determinado. No, estaban manteniendo una conversación como si estuviesen sentados en un vagón de metro.
Ni nuestras miradas "acero azul", ni un "shhhhhhhh" con toda la mala pipa del mundo les persuadió. En un momento dado Luis se levantó, se acercó a dos de ellos y les pidió mucho más amablemente de lo que yo lo habría hecho, que hablasen un poco más bajo ya que había personas que intentaban ver la película.
Se callaron, pero duró poco, minutos más tarde empezaron a hablar otra vez. Y no sólo eso!!! Acompañaron la conversación con algún "flatito" y ventosidad... Todo esto acompañado de los petardos y tracas que explotaban en la calle.
Era evidente que la película les importaba un comino, no le prestaban la más mínima atención. Uno de los chicos del fondo en un momento dado sacó una linterna y empezó a ojear una revista.
Analizando todo esto más tarde no entendíamos que hacían estos personajes en la proyección. El único que parecía que se lo pasaba pipa era un señor mayor chino que estaba sentado junto a mi, el cual por cierto no tenía pinta de hablar o entender ni papa de español o inglés.
¿Que haría allí? Llegamos a la conclusión que había ido a verle las tetitas a Paz Vega y a Natalia Verbeke.
Menos mal que la película era super divertida y nos reímos un montón a pesar de nuestros compañeros de sala. Me pregunto si en las salas de cine normales se comportarán de la misma manera. Tendré que investigar.
Después de la sesión de cine decidimos tomar algo en algún bar cercano. No conocíamos la zona y hacía un frío que pelaba, así que Rocío y yo dijimos que queríamos entrar en el primer bar por el que pasásemos, total, para tomar una cerveza no necesitábamos recorrernos media ciudad.
En nuestro paseo en busca de el bar que nos daría cobijo, pasamos por una frutería que tenían unas fresas con una pinta estupenda, así que las "marujas" nos paramos para comprar, mientras perdíamos de vista a nuestros maridos durante unos segundos.
Seguíamos andando, los chicos unos metros por delante, cuando Rocío y yo vimos un bar pequeñito que habían pasado de largo. Les llamamos y les dijimos que ahí mismo, que no queríamos seguir andando.
Se dieron la vuelta, y se miraron entre ellos con complicidad, nos preguntaron que si seguro que ahí y nosotras insistimos, hacía frío y no queríamos andar más. "¿Seguro?", seguían preguntando. "Que sí, que seguro". Ellos sonreían....
Rocío miró dentro y dijo que estaba bien, que no había nadie, así que entramos con nuestras bolsas de fresas. Mientras cruzábamos el umbral, marido dijo algo de que parecía un "puti".... "¿Cómo va a ser un puti?"....
Era un puti. Seis señoritas jóvenes esperaban a sus clientes viendo la televisión. Cuando nos vieron entrar alucinaron un poco pero segundos después nos ignoraron y siguieron viendo el programa/gala de fin de "Navidad China".
El local era muy pequeño, con una puerta al fondo que no tenía pinta de ser el baño. Paredes pintadas y fotos con clientes de fiesta. La que supusimos sería la "madame" nos preguntó rápidamente qué queríamos beber.
Nosotras estábamos bastante cortadas, al contrario que los chicos, que se sentaron rápidamente en la barra y pidieron un whisky.
Después de todo tipo de comentarios jocosos por nuestra parte y cuando se nos pasó un poco la impresión, pedimos una cerveza y les preguntamos a los chicos que cómo sabían que era un "puti".
La explicación fue aplastante: único bar en toda la calle, local pequeño, discreto, mal iluminado, justo enfrente de un hotel bastante grande...
En definitiva, los chicos nos la jugaron bien jugada, pero tuvimos guasa para el resto de la velada. Aunque en cuanto llegaron Isa e Iker nos largamos de allí, no sin antes hacer unas fotos de recuerdo.

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